Heiner tiró del
abrefácil. Apareció un líquido previamente coloreado de amarillo. El
lateral del plato de plástico estaba señalizado con las palabras: Sopa de pollo.
Una cuchara se hundió en él. El líquido que capturó fue vertido en la boca del
ingeniero.
—¡JAX, noticias! —exclamó.
Sonó un doble
sonido agudo en la sala de reuniones. En el centro de la mesa circular se
reprodujo un holograma con el canal de noticias. El presentador vestido de traje
gris hablaba sobre el descubrimiento de un nuevo mineral encontrado en una luna
de Buorihen. Otra cucharada. Después hablaron de una investigación llevada a
cabo por la Guardia Espacial sobre algo que denominaron "virus
espacial". Fue descubierto tras la desaparición de varias naves de carga y
una de la Guardia en el cuadrante B2 de Caul Segan. La cuchara permaneció llena
a un dedo de la boca. El presentador hablaba de una nube verdosa que se
expandía de forma alarmante. Contó que las autoridades recomendaban no circular
por las inmediaciones.
—¡JAX, llama al capitán!
Doble pitido.
Heiner tragó lo de la cuchara. Se abrió un cubo holográfico en el aire.
Apareció en él la cabeza del capitán. Aparentaba estar desnudo de cuello para
abajo.
—Heiner, ¿qué pasa? —dijo con
desgana.
—¡Capitán, tenemos que cambiar de
rumbo! ¿Ha visto las noticias?
—¿Qué dices? ¿Qué ha pasado?
—¡Un virus espacial! ¡En nuestra
ruta! ¡Venga a la sala a verlo en las noticias!
—¡Joder! ¿Porque siempre gritas
tanto? —Cerró los ojos con fuerza unos instantes—. Ahora bajo.
El cubo se dividió
en pequeñísimos cubos hasta desaparecer todos por completo.
Una puerta de la
sala se abrió automáticamente. Apareció el capitán bien uniformado. Se sentó enfrente
de Heiner mientras este se acababa la sopa.
—JAX, cerveza —pidió el capitán.
Doble pitido. El
ingeniero subió las cejas y miró para un lado donde no había nadie. Los raíles
del techo empezaron a moverse. El canal emitía un resumen de la carrera de
ultramotos en Beiri.
—¿Qué es eso del virus? —le preguntó
al ingeniero.
—En el cuadrante B2 de Caul Segan
hay un virus. Desaparecen naves por allí. Han dicho que las autoridades
recomiendan no pasar por allí.
—Pero si apenas pasamos cerca...
¿Qué sabemos del virus? ¿Has llamado a Rose?
Un brazo
mecánico entró en la sala. Descendió del techo depositando con suavidad y
precisión en la mesa blanca una jarra de cerveza rubia delante del capitán.
—No.
—JAX, ordena a la doctora que se
presente en la sala.
Bip, bip. El
capitán pegó un trago.
Se abrió otra de
las puertas. Entró la doctora ajustándose las gafas. Se acercó al capitán.
—¿Sí, Tom?
—¿Qué sabes sobre virus espaciales?
Rose se quedó
extrañada. Miró un momento a Heiner.
—No conozco nada sobre algo
parecido.
—Las noticias cuentan que hay un
virus espacial en forma de nube verde en el que desaparecen naves. Vamos a
pasar cerca de él —explicó el ingeniero.
—No entiendo el problema. Esta nave
es tan hermética como cualquier otra. No hay peligro de que entren virus.
Supongo que si atravesamos ese virus y quedase impregnado en el exterior de la
nave, las autoridades deberán confinarnos en cuarentena en la estación de
destino.
—¡No! ¿Más tiempo en esta lata?
¡Joder! —se quejó el capitán. Se acabó la jarra. Con la manga se secó el bigote.
—¿Ha infectado a alguien ese virus?
—No han dicho nada.
—¿Entonces porqué lo llaman virus?
El cubo
holográfico apareció. Esta vez era el piloto.
—¡Capitán! Los sensores de la nave
han enloquecido desde que atravesamos la nebulosa.
—¿Nebulosa?
—¡Sí, señor! Por las ventanas solo
se puede ver una especie de humo verdoso.
Heiner se
levantó del asiento. Pulsó un botón en la pared. Se abrió un ventanal. Desde
allí solían ver negrura adornada con puntitos brillantes. En ese momento solo apreciaban
un humo espeso verde oscuro. El cristal del exterior se estaba deteriorando.
Perdía su transparencia y se veía en él manchas blancas. Se encendió en el
techo una luz roja intermitente que bañaba por completo la sala blanca. Un
pitido grave y molesto sonaba repetidamente. Por megafonía se pudo escuchar una
voz robótica que decía:
—¡Alerta! Fallo en la estructura de
la nave. La integridad se ve afectada por un agente exterior.
—¡Joder! ¿Qué pasa? ¡Johnson!
¡Cambio de rumbo! —le gritó a la cabeza holográfica.
—¡Si, señor! ¿Coordenadas?
—Dirección opuesta al cuadrante B2
de Caul Segan.
—¿Coordenadas KH5, TY7?
—¡Esas mismas! Pero rápido. ¡A toda
velocidad!
—¡Entendido, señor!
El joven piloto
desapareció en múltiples cubitos.
—JAX, obstruye las ventanas.
Bip, bip.
—Esto no es un virus, es un gas
corrosivo —contó Heiner mirando al exterior mientras se cerraba la compuerta.
—Nos deshacemos como un efervescente
en agua —dijo la doctora agarrándose los codos.
En la sala los
minutos se alargaban. Todos esperaban que se apagara la alarma en cualquier
momento. Extraños ruidos del exterior les inquietaban. Las paredes temblaban
ligeramente debido a la alta velocidad. El pitido cesó. La luz roja se apagó.
—La estructura está fuera de peligro
—notificó JAX.
—Solo faltaba esto; que me matase
una nube —bufó y soltó aliviado el capitán.
—¡JAX, realiza un informe de daños!
¡Mándamelo a mi pulsera! —gritó el ingeniero.
Bip, bip.
—¿Vas a salir ahí fuera? —preguntó
Rose.
—¡Sí! Quiero comprobar cuanto antes
que todo esté bien.
—Pues abrígate. No vaya a ser que
cojas un virus.
Rose sonrió. El
capitán rió con fuerza. Heiner se quedó serio. Se marchó de la sala. Para él
era muy pronto para bromear sobre el tema.
Una hora más
tarde el capitán escudriñaba mapas estelares para encontrar un buen rumbo y que
la entrega de la mercancía que transportaban no llegase demasiado tarde. Una
luz roja e intermitente lo sobresaltó. Un pitido molesto le acompañaba.
—¡Alerta! Fallo en la estructura de
la nave —comentó JAX.
—¿Otra vez? JAX, ponme con Johnson.
Bip, bip.
—¡Capitán! —apareció una cabeza ante
él.
—¿Qué ocurre, Johnson?
—La nube. Nos ha perseguido y nos
alcanza.
—¡¿Que nos persigue?! ¿Está seguro?
—Los sensores no funcionan
correctamente pero los datos indican eso; aunque sé que parece una locura...
Rose entró en la
sala asustada.
—¡Haga lo imposible por escapar de
esta maldita nube!
—¡Sí,
señor!
La cabeza
holográfica desapareció.
—¿Ha vuelto el gas? —preguntó la
doctora.
—No sé ya si es gas, virus o
pesadilla.
—Heiner.
¡Aún está fuera!
El capitán la
contempló. Pulsó un botón en la pared. Apareció la ventana y afuera la niebla
verdosa. Tom y Rose se acercaron. Buscaban en el interior a su compañero.
—JAX, contacta con Heiner.
Bip, Bip. Bip
—El ingeniero Joseph Heiner no
responde. No detecto su pulsera —dijo JAX.
La luz roja se apagó.
El pitido también. La nube se diluía por momentos. El piloto varió de nuevo el rumbo y parecía
funcionar. Dejaron atrás a la pesadilla.
El capitán se
acercó a la puerta exterior. Faltaba el traje espacial de Reiner. Se asomó al
ventanuco y solo vio un trozo del cable de seguridad en el exterior. No había
ni un trocito de Heiner ni de su traje. Tampoco había ni rastro de la maldita
nube verde. Joseph Heiner solía hablar muy alto pero era el mejor ingeniero que
el capitán había conocido.
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