domingo, 19 de mayo de 2013

Relato fantástico: La rana esclava

Según mi amo estaba hecho de plástico. Era verde a rayas negras. Tenía forma de rana pero no sabía qué era eso. En el trasero me habían clavado un aro metálico. Este encerraba a otro que a su vez guardaba a otro igual. Así varias veces hasta llegar a un gran aro final del cual colgaban cuatro piezas metálicas con dientes. Estas eran preciadas por mi amo y de esas mismas me había impuesto ser su guardián. Las odiaba mucho.

Alguna vez, uno de estos objetos dentados, se quedaba clavado en una pared de madera y yo colgaba bocabajo durante horas. Veía el suelo allí abajo y deseaba desengancharme de la cadena. Otras veces me dejaban sobre una superficie plana. Entonces aprovechaba y, cuando nadie me miraba, me escapaba por un borde. Me metía entre muebles o por el rincón más oscuro, pero siempre me encontraban. La enorme mano me agarraba. Me dejaba colgando al introducir el aro grande de la cadena en un gancho metálico cercano a la salida de la casa. Así me pasaba muchas horas. A veces me balanceaba por no aburrirme. Algún día cogería tanto impulso que podría escapar del maldito gancho.



Sin apenas aviso, un día vino mi amo, me descolgó y me guardó en un bolsillo del pantalón. Entonces todo se movió. Solo pude ver un cachito de cielo por la abertura. Con tanto movimiento me era imposible escapar de allí. Me llené de hilos y pelusilla. De repente la maldita mano me agarró y me sacó al exterior. Clavó una de las dentadas en un aparato que llamaba "moto". Me gustaba viajar en él porque veía muchas cosas, pero no paraba de balancearme y golpearme la cabeza contra el plástico cuando frenaba bruscamente. Aún atontada, me guardó de nuevo en el bolsillo. Por una vez lo agradecí. Ya no corríamos tanto como antes. Ahora estábamos en otra casa que no conocía. Intenté sacar la cabeza un poco. Curioseé lo que pude. Mi amo estaba con otra persona. Le clavó su boca a la de la otra. Estaban sentados en lo que llamaban "sofá". Me los conocía bien porque me gustaba esconderme por sus rendijas y les costaba encontrarme. Como estaban entretenidos salí un poco del bolsillo pero, cuando tuve medio cuerpo fuera, un meneo me volvió adentro. Noté una caída. Cuando todo estaba parado, salí a ver qué pasaba. Los pantalones se vaciaron de piernas. Salí del todo. Me encontré con el suelo. Los humanos se movían allá arriba. Ante mí había una enorme obertura por debajo del sofá. Allí que fui; muy adentro, donde encontraba cada vez más oscuridad. Había más pelusilla y polvo de lo esperado. Me costaba caminar pero quería llegar al fondo. Por donde entré era ya apenas un rayito de luz. Me escondí tras un aparato de esos que echaban fuego. Me quedé bien quietecito y en silencio. Esperaba que no pudiesen encontrarme.

Pasó mucho, mucho tiempo. El sofá se movió. Aparecieron en las alturas unos ojos que me encontraron. Una mano me agarró y me elevó. Me dejaron colgando hasta la altura de su cara. A este humano no lo conocía. Se parecía a mi amo. No tenía bultos en el pecho como el otro humano que estaba con él. Parecía enfadado. Supongo que era culpa mía aunque no sabía por qué. Hizo de las cadenas, las dentadas y yo una bola dentro de su puño. Nos lanzó con fuerza contra la pared. Estaba desorientada, reboté no supe dónde y acabé bocarriba en el suelo. Me puse en pie y me noté extraña. Con una mirada atrás comprobé que se había roto la cadena y solo dos eslabones colgaban de mi trasero ¡Era libre! No sabía dónde estaba el resto ni me importaba. Mientras el humano le gritó a un rectángulo de plástico cercano a su cara, me escabullí por las sombras. Me colé por debajo de otro mueble lleno de polvo y oscuridad. Ya era libre; solo me faltaba escapar de esta casa.