domingo, 25 de febrero de 2024

Relato corto: Un par de músicos

Pedro fue atraído por una extraña música hacia un frondoso bosque. El joven estaba buscando setas. Apenas había encontrado cuatro que portaba sueltas en su cesto de mimbre. Escaseaban porque había llegado poca agua a esta primavera. Se aventuró a entrar en la espesura del monte, donde nunca había pisado, por ver si tendría más suerte, cuando unos tonos agudos y entrecortados le sorprendieron. Intentaban asemejarse a una melodía. La curiosidad le pudo. Tanteó con la mirada entre árboles y matorrales el origen de esos sonidos. Fue en su búsqueda. 

Al acercarse se apreciaba una melodía preciosa, pero le seguía más tarde una horrenda. Pedro se colocó tras un árbol, rodeado de matas, las cuales dejaban un hueco por el que mirar a través. Dejó el cesto en el suelo, se agachó y descubrió boquiabierto a dos extraños y pequeños seres. Uno estaba en pie, sobre sus pezuñas de cabra mientras sus dedos de hombre bailaban sobre los agujeros de una flauta que soplaba. Por el bosque se esparció una música dulce y alegre. Por desgracia fue muy breve. El otro ser, sentado sobre una gruesa raíz sobresaliente, se colocó su flauta en los labios y sopló. Sus dedos tropezaban entre ellos, no tapaba bien los agujeros y el resultado fue una horrible tonada que apenas se parecía a la anterior. El que estaba de pie cerró los ojos con fuerza, posó su mano en la cima de su cabeza, entre los dos cuernecillos, y se encorvó. El intérprete paró y comenzó de nuevo con poca mejora.

          —¡Basta! ¡Basta! —le detuvo. El otro lo miró perplejo—. He recordado una más sencilla. A ver si puedes con esta.

Sopló de nuevo la flauta. Sonaron cuatro notas. Le miró dándole la vez. El aprendiz tocó. Acertó solamente dos notas.

            —¡Eres malísimo! ¡No he visto a nadie tan malo como tú!

El maestro dio una vuelta sobre sí mismo; como si buscase a alguien en el bosque que pudiera ayudarlo. Se estiró de su delgada barba colgante con rabia. El joven intérprete miró al suelo avergonzado.

            —Estate atento como lo hago yo. Repítelo exactamente.

Marcó con lentitud las cuatro notas. El aprendiz repitió pero solo acertó tres. Le indicó con un gesto del dedo que lo repitiese. Entonces solo acertó dos.

Pedro encontraba divertido como aquel hombrecillo con mezcla de cabra se enfurecía con el inútil de su compañero. Sus gritos espantaban a pequeñas aves. Agitaba la flauta en el aire con amenaza de golpear al intento de músico. El muchacho se acomodó entre hierbajos por la curiosidad de contemplar la escena mientras no descubriesen su presencia.

            —¡Eres la vergüenza de los faunos! —insistió el de mayor tamaño. El joven músico hundió su cabeza entre sus brazos—. ¡Jamás vi a alguien tan torpe!

            —¡Está bien! —le contestó. Alzó la mirada—. No sé tocar la flauta ¿Y qué?

            —¿Y qué? ¿Cómo harás bailar a la hierba, a las flores? ¿Cómo atraerás a las ninfas? Algún día querrás tener cachorros, ¿no?

            —Al menos sé bailar.

            —Si a eso lo llamas bailar —se rió—.  Antes, cuando no eras cojo, ni siquiera lo hacías bien.

            —¡Bailaba bien! —dijo amenazando con el dedo.

            —¿Quién te ha dicho eso? ¿Tu madre? Es su obligación decírtelo. Igualmente ahora no. Como no miras donde pisas...

            —Fue una de esas trampas de dientes de los humanos ¡Malditos sean! Las ocultan muy bien.

Pedro se escondió mejor. El aprendiz se acarició su pata derecha, en lo alto de la pezuña.

            —¿Cómo te libraste de ella?

            —La destrocé a golpes con una piedra.

 Hubo una larga pausa. El mayor dejó de mirar al cielo y soltó:

            —¿Sabes qué? Iremos a ver al anciano.

            —¿Para qué? —contestó el cojo malhumorado sin mirarlo.

            —Bueno, él es más paciente que yo. Quizá te pueda enseñar mejor.

            —No, soy un inútil para eso. Nunca soplaré bien este palo.

Lanzó la flauta. Chocó con un tronco y cayó entre una mata, muy cerca de Pedro.

            —Quizá te pueda dar un instrumento más sencillo.

            —De pequeño tocaba la pandereta —se le iluminó la cara.

            —¿Ves?  Eso creo que podrías hacerlo bien.

            —Aunque pocas ninfas vendrán a verme tocar la pandereta.

            —No te preocupes, tocarás conmigo. Tú pondrás el ritmo y yo la melodía. Vendrán a vernos a pares.

El joven le miró de reojo. Le creció una media sonrisilla.

            —¡Vamos a hablar con el anciano!

De un salto se puso en pie. Fue cojeando por un camino cuesta abajo. Su compañero le siguió. Sopló su flauta. Su música era alegre e invadió aquella zona del bosque. La hierba se estiraba hacia el cielo. Las flores se erguían. Las ramas altas de los árboles se balanceaban. A lo lejos, los pájaros repetían la tonada.

Pedro se aseguró de que estaban lejos, coló su brazo entre las ramas y las hojas y sacó de la mata la flauta abandonada. Estaba adornada con salientes de formas florales. Era de madera clara y blanquecina. Se la colocó en su boca. Sopló y sonó. Probó a tapar varios agujeros y sopló de nuevo. Recordó la melodía de cuatro notas. Hizo varias pruebas. En tres intentos consiguió sacarla. La volvió a repetir victorioso. No entendía cómo no pudo sacarla aquel cojo tan raro. Aquel día Pedro no encontró más setas, pero consiguió un estupendo entretenimiento y un recuerdo de aquel peculiar encuentro con la pareja de músicos.

domingo, 4 de febrero de 2024

Aprender a escribir II

Para escribir hay que practicar la escritura, obviamente. O sea escribir. Me apunté a muchos concursos literarios y envía unas cuantas propuestas entre relatos, mini relatos y hasta una novela. Participé varias veces en un concurso de la radio donde enviaba mini relatos, envíe varios relatos de entre 5 y 20 páginas para concursos de toda España e incluso escribí una pequeña novela juvenil. Pues no gané nada 😞 pero si pillé práctica 🖊 y, quieras que no, aprendes qué funciona y qué no. Aprendes a usar tu voz; tu estilo. La practica hace el maestro.

Incluso hice un pequeño curso de mecanografía para poder escribir mejor como suelo escribir siempre, con teclado y ordenador. No soy rapidísimo pero  no me se da mal.

Aparte de esto y viendo que no ganaba ni un concurso, busqué algún libro que me pudiese ayudar. Os recomendaría el siguiente:


Es más bien para principiantes pero creo que es muy útil. Ya conocí muchas de las técnicas y conocimientos literarios de las que habla pero te da nuevos enfoques sobre cada tema.

También esta este otro de la Gotham Writers' Workshop:
 

Este fue más útil para mi ya que es para un nivel algo más avanzado. Habla de una forma muy amena y con consejos prácticos que a veces no nos damos cuenta que cometemos.

Y como no, también buscando en internet. Podcast literarios, talleres gratuitos, paginas de editoriales y escritores... Internet no te lo acabaras.