domingo, 10 de diciembre de 2023

Relato: Sobre la nigromancia

(Extracto del Grimorio de magia negra de Jack Delaviere)

La nigromancia se considera la más negra de las artes mágicas malvadas. Comprende desde la adivinación a través de espíritus hasta el alzamiento de cadáveres vivientes. El conjurador debe conocer como abrir y cerrar puertas y sendas en la barrera entre el plano de los espíritus y el de los vivos. Para ello es preferible unas condiciones astrológicas específicas como, por ejemplo, durante la primera luna llena del año. El lugar también es importante. Hay zonas donde la barrera es más frágil, como en grandes cementerios, fosas comunes o antiguos campos de batalla. Los brujos con el sexto sentido más desarrollado son capaces de encontrar estas zonas más débiles.

El funcionamiento de la nigromancia está basado en la atracción y expulsión de espíritus. No se debe abrir puertas si no se conoce como cerrarlas. Algunos magos inexpertos crearon portales que permanecieron abiertos largo tiempo debido a su ignorancia. Algunas almas errantes se introdujeron en nuestro plano creando el caos a su paso. Yo mismo he cerrado tres de esos portales abandonados por magos novatos. Es por esto que la nigromancia se vierte de maestro a aprendiz, y este solo puede ejercerla junto a su mentor o si se le ha concedido permiso. En mi caso fue más difícil porque mi maestro me enseñaba en sueños. Era el Cardenal Rother, el cuál por la mañana mandaba magos a la hoguera y por la noche creaba nuevos en un sótano de una catedral. Fue descubierto y enviado a la hoguera, pero encontró la manera de permanecer en este plano y crear más nigromantes. Tras varias lecciones me dio permiso para ejercer la nigromancia. Las enseñanzas básicas que me traspasó quedaran escritas en este grimorio. La manera de ejecutar los hechizos y conjuros solo podrá ser transmitida oralmente por las razones antes citadas.

Para la adivinación con espíritus simplemente hay que abrir un portal y un conjuro para atraerlos. En caso de querer comunicarse con un ente en especial es necesario poseer un objeto suyo para atraerlo. Un poco de polvo del interior de su tumba puede ser valido. Algunas almas no saben cómo llegar adonde se les invoca o pueden sentir miedo ante la llamada y no acudir. Es posible que lleguen almas no invocadas por curiosidad o pueden venir extraños entes de otros planos que desconocemos. En este último caso es preferible expulsarlos. Las almas pueden venir del infierno, así que harán lo imposible por permanecer en nuestro plano. Muchas pueden intentar engañarnos o dañarnos de algún modo. Lo recomendable es tener creado un portal tras el ente para, en caso necesario, empujarlo psíquicamente para que lo atraviese y entonces sellarlo. Es preferible que el espíritu invocado permanezca menos de media hora en nuestro mundo; se puede volver agresivo y poco colaborador.

Para alzar a los muertos es necesaria plena concentración. Hay que atraer almas a una fuente de cadáveres frescos. Las almas que no encuentran su cuerpo o este se ha convertido en polvo, se vuelven errantes, o es posible que posean otro cadáver que nadie reclame. Tampoco vendrán las pocas almas que residan en el paraíso. Suelen venir casi todas del infierno. Allí los demonios, sabiendo de esta posibilidad de fuga, les instigan a recolectar más almas para ellos con promesa de conseguir futuros privilegios mientras dure su condena en el hogar de Satán. Es por eso que los cadáveres vivientes suelen ser tan violentos con los vivos. La duración de la invocación es indiferente, ya que suele interesarnos su agresividad. Su movilidad y fuerza son reducidas por la inactividad de sus cuerpos, pero suelen recuperar algo de vigor con el tiempo. Hay veces que aporrean la tapa de su ataúd sin poder abrirlo y quedan atrapados. No sufren apenas dolor, tras acostumbrarse en las largas jornadas de dolor y fuego que han sentido en el infierno. Se despiertan con un hambre atroz. No es verdad, como contaba una creencia generalizada que escuché, que el nigromante pueda manipular a los invocados, pero sí que son fácilmente sugestionables y dóciles debido a sus menguadas facultades mentales. Solo hay que señalarles el pueblo, ciudad o castillo a atacar. Solo necesitan carne que comer y almas para Satán. Así conseguí el castillo que habito y desde donde escribo estas palabras. Cadáveres vivientes y cuervos compartían la cena en el patio del castillo mientras me instalé en él.

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