domingo, 3 de diciembre de 2023

Por qué escribo mentiras

Se supone que en la nada había una piedra enorme. Vete a saber porqué, explotó y esparció sus pedazos por lo que llamamos universo. Un rato bien largo después apareció la vida, no se sabe muy bien cómo, en uno de esos trozos de metralla. Prosperó, y fue multiplicándose con miles de organismos, y conquistando las montañas más altas, y poblando los mares más profundos, y luchando en una interminable carrera de ambición. En mi casa tengo una caja donde salen imágenes de este mundo. Se ve gente sufriendo o muriendo, normalmente por idioteces: ambición, venganza, ignorancia, envidia o simplemente mala suerte. Eso es parte de la realidad. Hay quien la ve más o menos disfrazada, quien se autoconvence de que las cosas no son como son, pero diría que todos nos hemos fugado alguna vez. Nos evadimos a otros mundos mentalmente e imaginamos posibles escenas, personalizamos personajes a nuestro gusto y visualizamos nuestra invención como si lo viéramos desde la butaca de un cine comiendo palomitas.


Eso me pasa a mí, al menos. De siempre la realidad me ha parecido aburrida y triste, así que me entretenía inventándome historias. Yo casi nunca me aburro; siempre pasea alguna historia por los valles que forman los pliegues de mis sesos. De pequeño apoyaba las ruedas de un coche amarillo por muros de la calle. Circulaba por paredes graffiteadas pero para mi viajaba por carreteras, cruzaba desiertos y hasta volaba. Mis muñecos no sabían saltar normal, como mínimo daban una voltereta en el aire. Se enfadaban por cualquier tontería, discutían y luchaban. Cuando no tenía juguetes, con un lápiz y un papel, siempre andaba dibujando algo. En mis libros del colegio pocos márgenes habrán permanecido en blanco. Dibujaba letras raras, personajes y algún bocadillo con texto de un personaje del libro que contaba algo chistoso. Me sentía artista. De alguna manera sentía que quería expresarme. Probé con la música pero enseguida me cansé. Probé con el dibujo y, durante mucho tiempo, pensé que era lo mío. Tardé en descubrir que no. Incluso estuve haciendo el bachillerato artístico pintando con acuarelas y al óleo, y más tarde diseño gráfico. Algo hice con eso, pero no me acababa de convencer. La verdad es que lo de escribir me vino de repente hará tres años. Había escrito algo en el colegio para los juegos florales. No se si hace fuera de Cataluña, pero había la costumbre de escribir una historia para un concurso literario. Cada 23 de abril se celebraba Sant Jordi y yo quedé primero dos veces y otra segundo. Me regalaron un par de libros que diría que ni me los leí. Achaqué estas victorias a que mis antiguos compañeros, aunque les tengo cariño, eran bastante cazurros y yo sobresalía en general. Desde entonces no escribí nada más, ni siquiera leía libros. No sé exactamente porque me dio por escribir hace tres años. Empecé a leer libros y a escribir una historia que se me ocurrió y que aún la estoy desarrollando. 

Descubrí que me gustaba escribir y que quizá si fuese esto lo mío. Te permite crearlo todo y traducirlo a palabras, y hasta hay gente que se le ocurre leer lo que escribo. Me encanta cuando me dicen que les gusta y me cabreo como un niño pequeño cuando me dicen que tengo tal fallo o tal cosa mal. Enseguida que sé lo que está mal, voy y lo corrijo. Escribiendo las horas se me vuelven minutos, es por eso que debe ser que me gusta bastante.
Al escribir ficción contamos mentiras. No me gusta que me mientan ni soy mentiroso, pero en este caso es excepcional. Son mentiras que se saben de antemano que lo son pero nos dejamos engañar para meternos dentro de ellas. En el caso de la literatura fantástica diría que las mentiras son al cuadrado. A su vez hay que hacer un esfuerzo exponencial para meterte en ese mundo fantástico, pero así no estás viendo gente morir por idioteces en la tele o donde sea. Cuando escribo y voy creando en mi cabeza, me siento como cuando mi coche amarillo circulaba por carreteras, montañas, volcanes, ríos, desiertos y cielos, o como cuando mis muñecos daban vueltas en el aire y yo con la boca hacía el ruido de sus puñetazos y patadas. Es por esto por lo que escribo mentiras.

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