sábado, 12 de noviembre de 2011

Relato: Diario terapéutico

17 octubre

Nunca me ha gustado escribir diarios pero él dijo que me ayudaría. Mi jefe me contó que el doctor Torres era un buen psiquiatra. Por eso acudí a su consulta. Después de nuestra primera sesión, lo encontré muy simpático y creo que nos llevaremos bien. Hoy, de momento, la casa está tranquila.

19 octubre

Ayer, por la noche, volví a escuchar la puerta del sótano chirriando. Aún no me atrevía a bajar. Oía fuera soplar al viento. Me tapé los oídos con la almohada hasta que me dormí. Notaba un sudor frio por la espalda. Esta mañana la comprobé y estaba cerrada como siempre. Mañana se lo comentaré al doctor.

20 octubre

Este doctor es bastante gracioso. Le conté lo de la puerta chirriante y me dijo que le pusiera aceite. En parte tiene razón porque esta casa está ya algo vieja. No me he preocupado de ella; eso lo hacía Marta. También le conté lo que me pasaba días atrás con las ventanas. Me dijo que buscara una explicación lógica a aquel fenómeno.

21 octubre

La puerta del sótano ya no chirría. Unté bien de aceite las bisagras y no tendría que asustarme más por las noches. Inspeccioné las ventanas del piso de arriba y encontré algo. Por lo visto que escuchara golpes por la noche era porque una de ellas no acababa de cerrar bien. Cuando venía una buena ráfaga de aire se quedaba abierta y se golpeaba contra la pared. Creo que en la ferretería encontraré un cierre como este. Lo cambiaré y no me molestara más.

24 octubre

Le conté al Dr. Torres que ya arreglé la puerta y lo de las ventanas, pero aún me costaba dormir. ¡Y va y me dice que soy un miedica! Me preguntó si creía en fantasmas y le dije que no. Me dijo que no había razón por asustarse por pequeños ruidos de la noche. Dijo que buscase como relajarme para dormir como es debido.

25 octubre

Hoy tampoco podía dormir. Estoy sentado junto a la ventana viendo pasar los pocos coches que pasan por la carretera que hay cerca de mi casa. Está algo nublado y no veo estrellas ni la luna. Hace algo de viento. Aún recuerdo aquel día que sopló tan fuerte que un árbol cayó en la carretera y la dejó obstruida.

27 octubre

¡Qué sesión más inútil! El doctor me ha pedido que le hablara de mis padres. Eran maravillosos y nunca tuve problemas con ellos. Se acerca el día de Todos los santos; tendré que ir a cambiarles las flores.

30 octubre

De nuevo escuché un chirrido en la planta baja. Esta vez me levanté y fui a comprobarlo. La puerta del sótano estaba perfectamente cerrada. La abrí y comprobé si chirriaba pero no. La cerré de nuevo. Pero al subir las escaleras sonó un chirrido. Entonces me di cuenta de su procedencia. Estaba balanceándose con suavidad y chirriando. El aire se colaba por las rendijas de la puerta de Mufi, el gato de mi mujer. Una pequeña puertecita por la que entraba y salía aquel maldito animal. Siempre me odió, no sé porqué. En cuanto vio que Marta no volvía, se marchó. Quizás se fue a buscarla. Desde entonces no lo he vuelto a ver.

No le podré explicar esto mañana al doctor porque hace puente, pero tampoco creo que sea muy importante.

1 noviembre

Hoy he aprovechado que tenía fiesta y he aceitado la puerta del gato. Estoy triste, no porque sea Todos los santos sino porque hace un mes del accidente de mi mujer. He ido al cementerio y le he puesto flores. También a mis padres. Estoy también triste porque todos me han abandonado, hasta el gato.

Esta noche, extrañamente, me he podido dormir sin problemas. Pero en la madrugada aporrearon la puerta. Me desperté, me puse un batín y zapatillas y bajé a abrir. Mientras bajaba no paraban de insistir con golpes más fuertes. Abrí la puerta y eran dos agentes de policía. Entonces me vino a la mente un momento exacto a este de hace un mes. Me despertaron en la madrugada dos agentes para avisarme que mi mujer había tenido un accidente. Se chocó contra un árbol que cayó en la carretera. Era noche cerrada y el tronco estaba tras una curva cerrada.

Los agentes me preguntaron si había visto a un chaval que se ve que escapó de un correccional. Se fue en bicicleta y, por lo visto cerca de mi casa, pasan muchas. Les dije la verdad, que no había visto nada. No entiendo cómo me despertaron a esas horas. Podrían haber venido al día siguiente. Los despedí y cerré la puerta.

Fue al ir a subir la escalera cuando otra vez escuché un chirrido. Ya no se me ocurría que más podía chirriar. En ese momento escuché además extraños ruidos que me condujeron hasta la cocina. Pensé en Mufi. Encendí la luz y allí había un perro cenando en mi cubo de basura restos de carne. Paró de comer y se me quedó mirando serio. Lo reconocí; era un perro abandonado que solía merodear mi casa. ¡¿Precisamente hoy me tengo que encontrar un chucho a oscuras?! Casi me da algo. Posiblemente se había estado colando estos días atrás y volviéndome loco con los chirridos. Decidió salir corriendo por mi lado, correteó por el pasillo y se coló sin despedirse por la gatera. Empujé una estantería para tapiar la puertecilla y que no me molestara el chucho.

Al correr el mueble vi un papel en el suelo. Encendí la luz y lo recogí. Era una foto que daba por perdida. Era de mi mujer y yo cuando vinimos a vivir a esta casa. Ella tenía la melena al viento. La estoy viendo ahora mientras escribo en mi habitación. Viéndola me ha entrado una gran duda. ¿Sera posible que a lo que tenga miedo sea al viento? El jueves se lo comentaré al doctor, a ver qué le parece.

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