Salí del cine con mi novia Eva después de ver una emocionante película de acción, "Impacto mortal". No me solían gustar este tipo de películas pero esta era muy buena. Tenía de todo. El protagonista, John Kramer, peleaba con los malos con artes marciales, con pistolas y hasta con nunchakus. Después corría con un cochazo por las calles de una ciudad para atrapar al malo. Además aparecían helicópteros, motos, explosiones,... Total, que al final, por supuesto, ganaba el bueno con la cara hecha un cristo. La policía siempre solía llegar cuando todo había acabado.
Ya en la calle comentaba lo mucho que me había gustado a Eva. Fue un poco larga pero pasé un buen rato. Por lo menos me había hecho olvidar que hacía tres días murió mi padre, al que le tenía mucho cariño. Eva me sugirió que saliésemos un rato de casa, que llevaba recluido varios días algo tristón. Miré que hora era y volví a acordarme de mi padre al ver el reloj. Lo heredé de él. Era un reloj antiguo que todavía funcionaba a pesar de los años que había marcado. Lo volví a guardar y le dije a Eva de volver a casa. Ella no puso pegas.
Por desgracia el coche estaba algo lejos del cine. Era difícil aparcar cerca de la zona de los cines y lo dejé en los alrededores de una zona industrial. A esas horas no pasaba nadie por aquellas calles. Yo bromeaba con Eva recordando las escenas de la película mientras llegábamos al coche. Entonces lo vi a lo lejos. Estaba al final de la calle que empezábamos a recorrer. Nunca vi una calle tan silenciosa como aquella en una ciudad. Un hombre salió de la nada. Se plantó ante nosotros. Vestía oscuro con gorra negra, gafas negras y se tapaba media cara con una bufanda verde o algo parecido. Nos paramos en seco ante él. Unos segundos después me di cuenta de que iba armado con una navaja cuya hoja tendría doce centímetros. Nos temíamos lo peor. Lo que más me asustaba era que no decía nada. No sabía si salir corriendo o empujarlo tal vez. Me vinieron mil planes a la cabeza. Pensé que haría John Kramer en esta situación. Pero con un poco de cordura le dije con tono desafiante:
—¿Que quieres? —Eva me agarró con fuerza el brazo.
—Dadme lo que tengáis —dijo el friolero.
—¡No te daré nada! —le grité. Eva me miró con cara de decir "¿Que haces?"
El hombre hizo una estocada veloz como un rayo a un dedo de mi estomago y volvió a retirarla. Acercó su cara a la mía casi a punto de besarme.
—Vas a hacer que la manché, con lo limpia que está.
Eva estaba muy asustada. Me metió la mano en el bolsillo y me sacó la cartera. Se la ofreció sabiendo que yo no se la daría. También se sacó y ofreció su bolso. El ladrón los cogió con la mano vacía y se quedó de nuevo ante nosotros observándonos. Me preguntaba porque no nos dejaba ya en paz.
—Enséñame el reloj —me dijo señalando mi muñeca. "No, por favor" pensé. Aun así se lo enseñé lentamente.
—Dámelo —dijo el avaricioso con tranquilidad.
—Dáselo —me dijo Eva sabiendo que no podría dárselo ella. Por un segundo pensé que estaban compinchados. Me lo quité con tranquilidad y enfado. Se lo entregué de mala gana.
Tras agarrarlo nos esquivó con rapidez y huyó calle abajo corriendo. Me giré y vi como escapaba.
—Esperate aquí —dije a Eva y corrí calle arriba.
—¿Adonde vas? —preguntó confundida tras de mí.
Mientras llegaba a mi coche me saqué las llaves del bolsillo. Me metí y lo encendí tan deprisa como pude. Salí del estacionamiento sin ni siquiera mirar si venían coches y fui calle abajo. Eva me hacía gestos que no comprendía mientras pasaba por su lado. A John Kramer no le hubiera pasado esto. Si llamaba a la policía, entre que viniesen y les explicásemos que un ladrón, al que apenas le habíamos visto la cara y era de estatura media, nos había robado no podrían hacer nada. Tenía que recuperar mi reloj. Por la cartera me daba igual apenas tenía cinco euros. Igual Eva tenía algo más.
Lo vi al final de la calle por la que yo iba. Giró a la izquierda y por unos segundos lo perdí de vista. Por suerte en aquellas calles casi no había coches ni gente. Me salté un semáforo para no perderlo de vista. Giré a la izquierda. No veía al ladrón; era una calle bastante oscura. Aceleré para ver si aún lo podía encontrar. Miraba como un loco por las dos aceras. Al fin lo vi; cruzaba por un paso de cebra al final de la calle. Andaba con una tranquilidad pasmosa. No me lo pensé y aceleré a fondo. Cuando él se dio cuenta era demasiado tarde. Un gran "pum" y el ladrón cayó rodando por el suelo. Al coche no le pasó nada. Se quedó bocabajo inmóvil. Frené, puse el freno de mano y bajé. Me lo quedé mirando unos segundos. En sus manos no llevaba ni la cartera ni el bolso y por un instante pensé que no era él, pero aún llevaba la gorra negra y la bufanda. Posiblemente los había tirado calle atrás mientras corría. Fui a acercarme pero entonces recordé una escena de la película en la que uno de los malos se hacía el muerto y lo atacaba a traición. Con el pie le pegué una patada en la pierna a la que no parecía responder. Me acerqué con cuidado y lo vi muy quieto. Busqué en sus bolsillos. Encontré mi reloj y un buen fajo de billetes, más que lo que teníamos. Volví a buscar por si había algo más cuando una sirena sonó y unas luces azules iluminaron las paredes de alrededor. Como siempre la policía llegaba a ultima hora.
Me levanté rápidamente y vi un coche de policía del que salían dos agentes. Eran un hombre mayor y una joven de muy buen ver. Venían muy serios y no tenía ni idea que contarles. El hombre se me acercó y me dijo:
—Bueno, ¿que ha pasado aquí?
La agente comprobaba el estado del hombre del suelo.
—Pues vera, ha sido un accidente. Este hombre cruzó en verde y no lo vi a tiempo. Esperó que este bien —le mentí descaradamente.
—¡Que curioso! Nosotros estábamos en la otra acera y hemos visto una cosa muy distinta —dijo el agente.
—Está muerto, Rodríguez —le dijo la agente a su compañero.
Eva venía a lo lejos corriendo por la acera. Cuando llegó al paso de cebra no debió entender nada. Vio como me metían en el coche de policía. Yo me la quedé mirando desde el asiento trasero del coche patrulla. Ella me miró también mientras el coche se fue. Entonces en una papelera al lado del semáforo encontró su bolso y mi cartera.
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